El repertorio de nuestras bandas de música: tradición, actualidad y memoria colectiva

Este breve artículo inaugura el blog reflexionando sobre el papel de las bandas de música en España como auténticos motores culturales y sociales. Analiza su repertorio, que oscila entre la tradición de pasodobles, marchas y zarzuelas, y la creación contemporánea de grandes compositores actuales.

Jesús Agomar

10/3/20254 min leer

Hablar de bandas de música en España es hablar de historia viva, de raíces, de identidad, de convivencia y, sobre todo, de memoria colectiva. Desde finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se consolidaron como instituciones locales imprescindibles, las bandas no han dejado de ser un punto de encuentro entre tradición y modernidad. Pocos fenómenos culturales logran aunar con tanta naturalidad lo popular y lo académico, lo festivo y lo solemne, lo tradicional y lo contemporáneo.

España cuenta con más de 1.500 bandas de música censadas oficialmente (según datos de la Confederación Española de Sociedades Musicales –CESM–), una cifra que nos sitúa como uno de los países con mayor densidad bandística de Europa. En comunidades como Valencia, Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia o Canarias, las bandas son auténticas señas de identidad: no existe fiesta mayor, procesión o acto cívico que no cuente con ellas.

Lo interesante es que, además de su función artística, las bandas cumplen un papel social difícil de medir en cifras. Son escuelas de ciudadanía, donde niños, jóvenes y mayores conviven alrededor de la música, creando lazos que trascienden lo puramente cultural. Como subrayan etnomusicólogos como Llorenç Barber o Enrique Cámara de Landa, las bandas funcionan como laboratorios sociales, espacios donde se construye comunidad y se transmite identidad.

El repertorio: tradición y modernidad en diálogo

Uno de los grandes debates es qué debe tocar una banda de música. La tradición nos lega tres pilares fundamentales:

  • Ceremonial religioso y festivo: marchas procesionales, pasodobles o himnos locales.

  • Entretenimiento popular: transcripciones de óperas, zarzuelas y sinfonías, que acercaron al pueblo la gran música cuando la radio y el cine aún no eran de acceso masivo.

  • Función pedagógica: obras adaptadas y didácticas para los educandos.

Hoy en día, sin embargo, el panorama es mucho más diverso. Grandes compositores contemporáneos —como Óscar Navarro, José Alberto Pina, Amando Blanquer, José Suñer Oriola o Luis Serrano Alarcón y muchísimos más— han escrito obras originales para banda que se interpretan en todo el mundo. Certámenes como el Internacional de Valencia o el de Kerkrade (Países Bajos) han consolidado a las bandas como un formato respetado en el panorama sinfónico.

Y, aun así, nadie imagina una fiesta mayor sin un pasodoble clásico de Jaime Teixidor o sin una marcha procesional de Abel Moreno. La verdadera riqueza está en equilibrar tradición y modernidad, para que las bandas sigan siendo a la vez guardianas de la memoria y motores de la innovación.

Canarias: un caso singular en la historia de las bandas

Dentro de esta diversidad española, el caso de Canarias merece una mención especial. Desde el siglo XIX, las islas han contado con bandas civiles y militares que jugaron un papel clave en la vida comunitaria. Ya en 1847 se fundaba la Filarmónica de Los Realejos, una de las más antiguas del archipiélago, y poco después se multiplicaron las formaciones en Tenerife, Gran Canaria, La Palma y Lanzarote.

Lo singular de Canarias es su condición insular y mestiza. Las bandas no solo interpretaban el repertorio peninsular tradicional, sino que lo fusionaban con géneros propios y con influencias latinoamericanas. En los programas de fiestas patronales era habitual encontrar pasodobles junto a isas, folías o malagueñas adaptadas para banda, e incluso ritmos traídos por la emigración canaria a Cuba y Venezuela, como el son o el bolero.

En municipios pequeños, como ocurre en La Palma o El Hierro, la banda era muchas veces la única institución cultural estable, lo que la convertía en un auténtico eje vertebrador de la vida social. A través de ellas, generaciones enteras aprendieron música y encontraron un espacio de pertenencia.

Hoy en día, Canarias sigue teniendo un tejido bandístico muy vivo, donde los certámenes y encuentros insulares mantienen la tradición de intercambiar repertorios, reforzando esa identidad mestiza que tanto caracteriza a las islas. En definitiva, las bandas canarias son un espejo perfecto de lo que representan nuestras bandas en el resto de España: memoria, identidad y comunidad, pero con un sabor propio que las hace inconfundibles.

Bandas y memoria colectiva: mucho más que música

El sociólogo Maurice Halbwachs decía que los recuerdos individuales no existen aislados, sino dentro de un marco social compartido. Las bandas de música cumplen exactamente esa función: son vehículos de memoria colectiva.

Un pasodoble en la plaza mayor evoca verbenas de antaño; una marcha procesional despierta emociones transmitidas de abuelos a nietos; una isa o una folía interpretada por la banda en Canarias conecta a toda una comunidad con su raíz insular. Cada obra es un pedazo de la historia común, activado cada vez que suena.

Mirando al futuro

El reto de nuestras bandas es doble:

  • Cuidar la tradición, porque sin memoria no hay identidad.

  • Explorar lo contemporáneo, porque sin innovación no hay futuro. Ese camino pasa por incorporar repertorio actual, abrirse a nuevos públicos y seguir siendo espacios inclusivos donde todo el mundo pueda encontrar su lugar.

Las bandas de música en España —y en Canarias de manera singular— no son un mero adorno festivo. Son instituciones vivas, guardianas de la memoria colectiva y, al mismo tiempo, talleres de futuro. Su repertorio es la llave que mantiene abierto ese diálogo entre lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser.

Porque una banda de música no es solo un conjunto de instrumentos: es, en realidad, la voz sonora de un pueblo entero.